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Al contrario del juicio negativo que algunas personas tienen, en nuestro concepto la VI Cumbre Empresarial de las Américas fue un evento de la mayor importancia para Colombia y una vitrina formidable para el desarrollo turístico de Cartagena, en la cual valía la pena invertir unos importantes recursos. El comercio colombiano no podría mirar lo ocurrido sin ojos de complacencia.
Vale destacar que esta versión de la Cumbre fue, por fortuna, la primera en la cual se adelantó una ‘cumbre empresarial’. Este evento, dentro del Evento, fue organizado por el sector privado colombiano con el beneplácito del Gobierno de Colombia y el apoyo técnico del Banco Interamericano de Desarrollo.
La coyuntura, de darle una trascendencia empresarial a la Cumbre, nos parece que fue una aceptación implícita de la importancia protagónica del desarrollo empresarial a la hora de dar aplicación práctica a las políticas sociales que han inspirado este tipo de cumbres y de la cual la VI no fue excepción.
En efecto, uno de los objetivos de la Cumbre fue identificar políticas sociales que aumenten la equidad y reduzcan la pobreza en América Latina y el Caribe, en gran medida mediante la mejora de la productividad. Para lograr dicha meta, “los Jefes de Estado y de Gobierno analizaron políticas enfocadas a facilitar la inserción de los trabajadores en el mercado laboral, ayudar a los hogares a manejar sus riesgos, incluyendo el riesgo por enfermedad, vejez, pérdida de empleo e indigencia y garantizar que todos los hogares logren niveles aceptables de consumo, educación, salud y nutrición, entre otros”.
No cabe duda del enfoque político, desde todo punto de vista acertado en la visión del desarrollo de una Colombia que brinde prosperidad a toda su población, que sea dignas de ocupar, como en la actualidad ocurre, un escaño en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Pero veamos cómo funciona, en la práctica, este círculo virtuoso que empieza y termina con la equidad. Sin duda, en un país donde no exista equidad, no puede haber una clase media fuerte, que tantas veces ha sido promovida por nuestro Gremio, en sus mensajes del más alto nivel dirigidos al Alto Gobierno.
El comercio colombiano, y en general el sector empresarial, encuentran un enorme obstáculo en su desarrollo cuando la clase media, en vez de crecer, se ve cada día más agobiada por impuestos y pagando bienes y servicios comparativamente más caros con aquellos que se consiguen en el resto del continente. En el caso del comercio, la creciente competitividad de nuestras empresas hace su aporte social de manera satisfactoria, en la mayoría de regiones del país. Pero no podemos decir lo mismo de otros bienes y servicios suministrados por el Estado o por otros sectores de la economía. El balance final es negativo y entraba profundamente las posibilidades de desarrollo, convirtiendo este círculo, que debería ser virtuoso, en un aterrador círculo vicioso –a menor equidad, menor desarrollo; a menor desarrollo menor equidad-.
Los políticos y economistas de visión gruesa –como aquejados por ciertas cataratas- piensan que el ciclo se vuelve virtuoso con mayores impuestos. En esto discrepamos profundamente, y más aún cuando dichos impuestos puedan volver a golpear a la sufrida clase media colombiana, aquella que vive dentro de la formalidad, pues no dudamos, en el alto grado de informalidad de nuestra economía, que estos temas no desvelan a aquellos que prosperan inmensamente tras la informalidad y el contrabando.
Los gastos en combustibles, servicios públicos y educación, tienen subyugada a la clase media nacional, víctima también durante decenios de la falta de seguridad que imperaba en Colombia.
En este punto, nuevamente vuelvo al enfoque objetivo, resaltando que hemos avanzado en muchos temas, como lo demostró la VI Cumbre y la portada de la la reconocida revista internacional Time, con justa alusión a nuestro Presidente, el doctor Juan Manuel Santos, y al camino recorrido por nuestra sociedad en los últimos diez años.
El ingente esfuerzo para derrotar la guerrilla y los aciertos de política fiscal, como la reforma al sistema de regalías y la propuesta de convertir la sostenibilidad fiscal un criterio constitucional, son elementos esperanzadores. Pero la esperanza que esto brinda no se puede diluir con equivocados enfoques tributarios.
De la habilidad para enfocar adecuadamente la reforma tributaria, de manera que no asfixie a la clase media en general y al comercio en particular, gran promotor de oportunidades de desarrollo y equidad social, depende nuestro futuro. Pero también depende de esta sabiduría, para la cual doctores tiene la madre Iglesia, la capacidad de sostenernos y fortalecernos como punto de destino de la inversión extranjera.
Al respecto, en la Cumbre de las Américas tuvimos oportunidad de alternar con los representantes de firmas tan importantes como Walmart, Exxon Mobil, Chevron, General Electric, General Motors y el Bank of America, entre otras. Su visita a Colombia demuestra que somos un país sumamente atractivo en términos del negocio del retail. El éxito que han tenido estos negocios es un claro ejemplo de lo dicho.
En este momento definitorio de nuestro desarrollo, cuando parecería que los exitosos resultados de la lucha contra la inseguridad y otros aciertos de la gestión pública permiten visualizar un país más próspero, no matemos la gallina de los huevos de oro: la creciente fuerza empresarial, que nos tiene tan optimistas. Ojalá fortalezcamos las pymes, en particular las del comercio, y a la clase media colombiana. Para ello, inyectémosle apoyo con mejor infraestructura vial, servicios públicos eficientes y con tarifas razonables, formalización de la economía y apoyo tecnológico efectivo, que ojalá trascienda al Sena y sus muy buenos oficios hacia otras entidades. De esta manera podremos contribuir mejor, como se pregonó en la cumbre, a construir un país próspero y equitativo.